Jacinto Benavente


Juan Ramón Jiménez
(1881-1958)

Cuando yo era colejial, admiraba un tipo de “elegante” que entonces estaba en boga y moda por el mundo: hombreras subidas, cuello de pajaritas con mucha nuez en medio, bigote para arriba, bombín. Yo dibujaba este tipo de “hombre elegante” con su tipo equivalente de mujer: mangas globos, capota, sombrilla de cabo de hierro muy fino, en los márgenes de mis libros. Bastante después, ocho o diez años, yo vi las primeras fotografías de Jacinto Benavente, y todavía Benavente era un tipo así. Y todavía yo lo admiré así. Luego fui odiando aquel “tipo de elegante” y las fotografías de Benavente y a Benavente y a la literatura de Benavente, de quien no he leído nada desde el año 13. Y entonces le dediqué, aún entre dos aguas y como homenaje imperioso a un principado que se iba, mi libro Laberinto.

Ya entonces yo gustaba, creo que para siempre, del aspecto natural del hombre (y la mujer); hombro sin hombrera, redondo, suave y holgado, cuello mate, cómodo, sin aparato, bigote en lo suyo, sin obligarle a nada. (Por cierto que anda por ahí una fotografía mía de Franzen (1901), retocada, “para elegantizarme” con los bigotes para arriba.) Y aun cuando creo haber visto luego a Benavente de otro modo, aunque siempre “a la moda”, ya nunca lo he podido separar de aquella imajen anterior y primera, ni su literatura, su teatro, de aquel aspecto “teatral” y literario que hoy significa para mí lo cursi.

Lo cursi. ¿Qué hay en Jacinto Benavente, que, a pesar de su injenio evidente, de su manera sencilla, fácil, lijera de escribir, de su superficialidad ondeada y amable, lo pone entre bastidores, siempre aparte, como si su arte fuese una figura de cartón y guardarropía con voz sólo en la garganta? ¿Qué hay en todo ello de tiesura, de engolamiento, de falsedad, de incomodidad, de… cursilería? He intentado releer o leer algún pasaje de Benavente en estos últimos años. Sí, veo su viveza, su ligereza, su injenio. Y sin embargo me aprieta el cuello y me pellizca la nuez, me pesan los hombros, se me entran los “bigotes” en la nariz y en los ojos. ¡Qué incomodidad y qué cursilería! Porque el injenio…, ¿hay nada malabaristas de los sesos huecos, que canse que rebaje que pese más que el injenio?

1929


Jiménez, Juan Ramón. “Jacinto Benavente”. Españoles de tres mundos, 1942. [Se ha respetado la ortografía del autor.] (Imagen de Jacinto Benavente por Ramón Casas, Museu Nacional d'Art de Catalunya).

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