El oficio del coreógrafo


Maurice Béjart
(1927-2007)


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En el fondo, ¿cuál es mi oficio?

En un libro, escribí al comienzo del primer capítulo: “soy coreógrafo porque no sé hacer otra cosa”. Y bien, no estoy tan seguro de ser coreógrafo... ni siquiera estoy seguro de lo contrario... Antes que nada, la coreografía en sí misma no me interesa (en el mismo libro escribí: “en un ballet, lo más importante no es la coreografía sino el bailarín”).

Lo maravilloso es descubrir un intérprete, luego parir ese ser de uno mismo, de lo que se es profundamente, sin saberlo, de lo que la danza revela acerca de su verdadera personalidad... Al lado de esto, hacer pasos, bellos o nuevos... ¡tonterías!

Luego del bailarín (escribí también “la coreografía se hace de a dos, como el amor”, pero molesto con esta pedantería que me hace citarme sin parar)... Stop... Sí, luego del bailarín, el público... ¡ah! ¡Te divierte, es una orgía, la coreografía se hace a tres! No, yo me voy. Te quedas tú solo con tu público. Por supuesto, yo también te quiero creándote, construyéndote, pero ahora te toca a tí.


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Y ahora debo confesarte que no estoy seguro de ser coreógrafo... ni siquiera estoy seguro de no serlo, ya que me resulta imposible imaginar el menor movimiento de danza sin saber quién va a ejecutarlo. Es el intérprete quien, con su cuerpo, su psicología, su potencia emotiva, viene a suscitar, excitar mi imaginación y a arrojarme en ese movimiento que, contrariando las apariencias, procede de su genio y no de mi creatividad.

No sé qué es un “arabesco”. Nunca vi uno, pero vi a la Señora X y al Señor Y ejecutar esa forma que los bailarines llaman “arabesco”.

Me gustan los intérpretes con locura y, cuando más profundo es este amor, mejores chances tiene el resultado de ser un éxito. Fracasé en varios ballets, pero ¡no creo haber fracasado con una bailarina o un bailarín!

Tú... sé el “artesano furioso” que canta René Char.

¡Lucha, trabaja, y toma vuelo!

¡Salve!

Aquel que enseñe a volar a los hombres del porvenir habrá superado todos los límites; para él, los límites mismos tomarán vuelo en el aire, bautizará nuevamente a la Tierra, la llamará “la ligera”.
Nietzsche


Béjart, Maurice. Fragmentos de la “Carta 1” y la “Carta 7”, Cartas a un joven bailarín, pp. 12-13., Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2005, traducción de Antoine Colonna.

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