(1938-2010)
El melodrama es la más convincente explicación despolitizada del universo: todos hemos nacido para el dolor; quizás, en la apariencia, los ricos se duelan menos, pero por dentro, están solos y destrozados. Vínculo familiar, es también solicitud de ingreso a la nación (quiero sufrir para pertenecer) y, por lo mismo, proceso de catarsis al mayoreo (con descargas emocionales aptas para todo público).
En el melodrama se conjugan la impotencia y la aspiración heroica de una colectividad sin salidas públicas. Como corresponde, el abismo ético es elemental: o la luz o las tinieblas, no hay matices ni gradaciones. La complejidad de juicio es imposible e indeseable: los buenos y los malos deben serlo estentóreamente porque la industria cultural se hace a ras de la tierra, teniendo como limites precisos y monstruosos el cielo y el infierno, el limbo y el purgatorio. Prevalece un catolicismo fácil, de perdones, de milagros que se multiplican como si fueran milagros.
Monsiváis, Carlos. Fragmento del ensayo “Zócalo, la villa y anexas”. Nexos, México, enero 1 de 1978. [Existe una versión académica de este ensayo, titulado “Cultura urbana y creación intelectual”; la fotografía es de Barry Domínguez].
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